MADRECITA

Madera policromada

1922

81x81x66 cm

Museo de artes decorativas Firma y Odilo Estévez. Rosario de Santa Fe, Argentina

Representa a una madre con su hijo en brazos, ambos ataviados con vestimenta popular gallega. Las dos figuras miran al frente, casi sin interconexión, recordando a las vírgenes románicas.

Ambas figuras descansan y se yerguen de la tierra, representada a modo de tosco tronco de árbol, que trepa casi hasta la rodilla de la figura femenina en contraste con los pliegues de la falda. Los rostros son realistas y expresivos, siendo el del niño tremendamente tierno.

Destaca la policromía típica de Asorey, que engrandece la madera sin cubrirla, y el uso totalmente novedoso de elementos metálicos en la vieira con la imagen de Santiago a caballo que el niño tiene entre las manos.

La iconografía de esta obra es universal; ya desde el paleolítico la mujer es la representación de la vida, de la tierra y la fecundidad; con el paso del tiempo esta idea se conserva, pasando al cristianismo como Madre, de Dios, pero Madre ante todo. Es precisamente en las vírgenes románicas donde encontramos mayor paralelismo en el sentido de madre e hijo sedentes, hieráticos, sin conexión alguna (la Virgen es mero trono de Jesús), frontales y con la mirada perdida hacia el frente. Así la Naiciña se convierte en la MADRE, la tierra, Galicia, que da y cuida de sus frutos, siendo una de las mejores alegorías en el terreno escultórico

Esta obra se presenta en la Exposición Nacional de 1922, donde sólo es merecedora de una beca (una bolsa de viaje) que sirve al artista para recorrer España para ampliar conocimientos artísticos; también le es otorgada una tercera medalla, que no acepta. Esto levanta un gran clamor en Galicia al considerarse una injusticia. Lleva a la formación de una comisión presidida por Cabanillas para homenajear a Asorey en Cambados el 22 de agosto de 1922, estando presentes todos los intelectuales y amigos

A propósito de la escultura Naiciña, la concesión de la bolsa de viaje, cuando todo parecía indicar que se alzaría con el primer premio, provocó un escándalo entre la clase artística e intelectual de la época, y para desagraviarle se celebró un banquete en honor de Asorey que se convirtió en una afirmación del nacionalismo gallego. Como recoge, en ultramar, la crónica del director de El Correo de Galicia de Buenos Aires, asistieron los galleguistas más conocidos, caso de Manolo Quiroga, Basilio Álvarez, Portela Valladares, Castelao, Cabanillas, San Luis (el obrero autor de "o Fidalgo"), González Garra, Eladio Rodríguez, Lugrís Freire, Risco, Blanco Torres, Rivas, Peinador, Fraga, el empresario más importante de toda España y galleguista acérrimo, Manolo Quiroga, representantes del Ayuntamiento de Santiago y otros grupos, así como  distinguidas personalidades gallegas formando un total de doscientos comensales...

"Paco Asorey -prosigue la extensa crónica del citado periódico- ocupa el puesto de honor y a sus lados se sientan Portela Valladares y Gil Casares. A los postres lee Cabanillas centenares de adhesiones que se reciben de toda Galicia... Y habla Cabanillas para explicar el objeto de esta reunión inolvidable. Cabanillas no es orador, pero observo que su palabra sencilla conmueve a todos y que yo me siento también hondamente emocionado. Habla en el idioma gallego que nunca me pareció tan dulce ni tan elocuente como en estos instantes:

"Despois de noso Maestro Mateo que tallou esa maravilla dos séculos que se chama o pórtico de Gloria, vineche ti a resucitar a lenda froriosa dos imaxineiros galegos. Teus hirmaos rodeanche agora para infundirche alentos e para encherte de cariño doecidos pola inxusticia de que fixeron victima os políticos madrileños".

El poeta habla con ternura de su villa natal y arranca lágrimas a los ojos de Asorey, cuando recuerda los años de la infancia de ambos en aquella playa encantadora de Cambados, donde las madres de los dos venían a buscarlos asustadas por sus correrías. La voz del poeta se torna grave y temblorosa cuando su discurso llega a la nota más honda y solemne. Es necesario que los gallegos sientan la necesidad imperiosa de defender la tierra natal cueste lo que cueste, lléguese a donde hay que llegar. Hay que salvar a Galicia.

Apagados los aplausos, habla Alfonso Castelao. También se expresa en nuestro idioma nativo. La labor de los pensadores es una obra de análisis: la del pueblo lo es de síntesis. Al pueblo gallego hay que decirle que Galicia no quiere morir. El discurso de Castelao es francamente nacionalista.

Ruge la voz de Basilio Álvarez, dice que en Madrid nos respetan a los gallegos. Eso no basta: "Es necesario que nos teñan medo". Habla Vicente Risco: "Hirmaos pola raza e polo amor a nosa Galicia". Afirma que somos hijos de una nación inconfundible y bien definida y que no somos ni podemos ser otra cosa sino gallegos. Y habla Lugrís Freire, en un gallego sonoro que da a su voz tonos de profecía: "Dise que somos separatistas. Eu grito moitas veces. ¡Viva Galicia ceiba!, no me recadey para decir que sí que eu son arredista". Enumera los errores del estado español y su inhabilidad para amalgamar y fundir las diversas razas que lo componen. Asegura que el triunfo de Galicia está muy cercano. Y se levanta Asorey tembloroso y
conmovido. Ocurre entonces una cosa extraordinaria que me conmueve mientras que un agudo escalofrío recorre todo mi cuerpo. Asorey crispa los puños que eleva al cielo y grita: "Terra a nosa" y veo que aquellos doscientos hombres, todos dueños de robustas inteligencias y de temperamentos exquisitos; hombres, en fin, de grande y reconocido talento, imitan el gesto de Asorey y con los puños en alto y la mirada en el cielo, como rindiendo culto a una deidad invisible gritan a un tiempo la palabra sacrosanta "Terra".

¿Qué es esto que acabo de presenciar? ¿Qué significa? ¿Cuál es su alcance y su trascendencia?... pues esto, queridos lectores de Buenos Aires, es nada menor que el alma viva y palpitante de una Galicia nueva que nace pujante y vigorosa; de una Galicia que no conocemos ahí o conocemos muy imperfectamente, porque labora en la modestia y en el silencio. Son las ligas agrarias, os "Hirmanos de fala", los nacionalistas gallegos, los regionalistas avanzados, en resumen, en Galicia, pero no la Galicia de la resignación y de la mansedumbre. Es un pueblo que, como dijo Castelao, no quiere morir en medio de la agonía de un Estado que parece marchar hacia el suicidio. Es el instinto de conservación de una raza que parecía desmayada y que ahora siente el deseo irresistible de elevarse sobre tanto abuso para no perecer en el torbellino que se ha desencadenado por
todos los ámbitos de la nación española. Y Galicia entera jamás ha sido tan gallega como lo es en estos momentos, en que para fortuna mía puedo presenciar esta asombrosa evolución del sentimiento que convierte a cada hijo de esta tierra en un ardoroso defensor de todas y cada una de sus grandes prerrogativas".

La obra es comprada poco después de su exposición por Odilo Estévez, personaje digno de mención. Nace en el municipio ourensano de Freás de Eirás (fusionado después con Villameá de Ramirás). Llamado por un hermano emigrado en Argentina decide emprender una nueva vida en el nuevo continente. Se establece entre Colón y Entre Ríos donde desarrolla diferentes trabajos, entre ellos el de yerbetero. Gracias a esto consigue dinero para emigrar a Rosario donde se centra en la industria del mate de Paraguay creando la firma "Estévez y cía.", con la que llega a ser el mayor
productor de yerba mate al tiempo que explota otros productos y gana en reconocimiento y posición social.

Este estatus se ve acrecentado cuando, el 2 de febrero de 1874, se casa con Firma Mayor, hija de uno de los más destacados ciudadanos de la localidad. De hecho a mediados del siglo XX son los dueños de una de las más importantes fortunas de la ciudad, adquiriendo una casona construida al modo italiano, y otras mansiones. Para decorarlas no dudan en invertir en arte; es un momento en que la clase adinerada demanda arte por lo cual abren muchas casas de subastas, que prosperan con facilidad gracias a los problemas políticos. Así en este momento adquieren la colección Victoria Ocampo.

Estévez fue un buen gestor comercial e industrial, lo que le permite invertir parte de su fortuna en la compra de arte. De hecho en todos sus viajes a Europa adquiere colecciones tremendamente variopintas que le hacen recordar los "palacetes europeos".

Es en uno de estos viajes cuando adquiere "Naiciña". La existencia en él de una cultura de coleccionismo le lleva al deseo de reproducir la tierra de su niñez, lo que explica con creces su adquisición.

En otras ocasiones no duda en el criterio de otros en los que delega su compra.

En 1924 terminan, después de reformas costosísimas "Villa Firma", que cambiará su nombre por propiedad del conde Estévez (era conocido así, pero nunca tuvo el título de conde) o Firma Mayor de Estévez. Cuatro años antes habían inaugurado el Museo de Bellas Artes y el Museo Municipal de arte decorativo.

Unos años más tarde compran una gran mansión en Córdoba (Argentina), que le fue ofrecida al rey Alfonso XIII al perder el trono español; sin embargo el rey la rechaza eligiendo como su destino Roma. La casa está llena de obras de arte y colecciones de lo más variopinto, fruto de las numerosas compras y el gusto ecléctico de sus moradores. Odilo Estévez establece en ella su residencia hasta 1944, fecha en que muere con 74 años por un cáncer de pulmón. Su mujer le sobrevive sin descendencia con lo cual se consagra en cuerpo y alma a la colaboración con la organización
del "museo histórico provincial", siendo la vicepresidenta y efectuando importantes donaciones. A su muerte sus propiedades se cierran, luego se
encaminan al turismo, vuelven a cerrar hasta que pasa a manos del gobierna argentino.