La Purísima, A Estrada
LA PURÍSIMA DE A ESTRADA
Corre el añ0 1956. Asorey lleva 20 años trabajando en el taller de Tras santa Clara, de donde salen los grandes monumentos públicos que marcan su apoteosis como artista. En estas fechas su producción religiosa es notable, destacando las obras dedicadas a la Virgen en diferentes advocaciones, como la Virgen de Tanxil, La virgen de Fátima (Aranjuez) y la obra que nos ocupa.
En el año 1954 se conmemora el centenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, dentro de un contexto histórico marcado por el avance de la Unión soviética y del peso que adquieren determinadas corrientes de pensamiento como el existencialismo, lo que hace que la Iglesia se vea “amenazada” ante un posible Estado laico e incluso ateo; es por esto que vuelca sus fuerzas en adoctrinar al pueblo a través de diferentes vías, siendo el arte una de las más potentes, de ahí los numerosos encargos de obras a lo largo de nuestra geografía.
El encargo de la Purísima no es una excepción en este contexto. Es una obra promovida por el párroco de la Estrada, don Nicolás Mato Varela y sufragada por la villa, siendo las organizadoras la Asociación de hijas de María, comandadas por María Tavarés Álvarez. El coste total de la obra fue de 30.000 pesetas.
Asorey recurre para esta obra a la iconografía de Las Inmaculadas de Murillo O de Juan de Juanes: la Virgen se presenta como redentora y madre de la Humanidad, pisando la luna invertida, y la fusiona técnicamente con la estatuaria griega, lo que le permite jugar con los pliegues de las vestiduras, pero sin recurrir a la oquedad siendo en este sentido fiel a su gusto por el primitivismo y por la estatuaria románica.
En un primer boceto la Virgen es extremadamente estilizada; la proporción cabeza- cuerpo es de 1/9, estilización que se potenciaría aun más si tenemos en cuenta que iría situada sobre un pedestal
En este primer boceto la Virgen se corona con una aureola, viste una túnica que ciñe y define su cuerpo a modo de paños mojados, algo acentuado por la presencia de un cordón, que en el modelo definitivo será el franciscano y un manto que se abre como movido por el viento en el que los pliegues caen verticales (a diferencia del modelo posterior), lo que potencia la estilización de la figura. Los pies se esbozan sobre una luna invertida marcada apenas y pisando la serpiente; es María triunfante sobre el pecado. Los rasgos faciales son solo un esbozo, pero aun así los atisbamos tremendamente dulces. La Virgen sonríe y mira piadosamente hacia abajo, como muestra de su cariño hacia el pueblo que la contempla.
Las manos, a la altura del corazón, no aparecen en actitud orante, sino que sostienen la Sagrada Forma, algo totalmente novedoso. La Virgen se convierte así en portadora del cuerpo de Cristo, ya no solo en su vientre, sino en Madre de dolor que enseña orgullosa y en lugar privilegiado a su Hijo.
Este boceto escandaliza a don Nicolás, que lo rechaza tajantemente. La Virgen como mujer no puede portar la sagrada ostia y el proyecto se rechaza.
El segundo boceto, depósito en el Museo do Pobo Galego, muestra el disgusto de Asorey por el rechazo a su primera idea. El cuerpo de la Virgen se acorta notablemente (la proporción pasa a ser 1/6) con lo cual pierde parte de su misticismo, a lo que contribuye también la definición de los rasgos de la cara: la sonrisa es más esquemática y la mirada se levanta ligeramente. El trabajo en la vestidura es el mismo y la gran ausencia es la Ostia; la Virgen, siguiendo los modelos al uso, tiene las manos en actitud de orar a la altura del lado izquierdo del pecho. Este modelo es el aprobado.
Escayola
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Depósito de la familia Asorey en el Museo do Pobo Galego
Para la ejecución de la obra Asorey recurre al mármol de Alicante, un material que le ofrece una textura diferente a la del mármol convencional a la hora de trabajar, recordando en su acabado a la textura del granito tan empleado para los monumentos públicos y acercando al artista de nuevo al primitivismo en su forma de labrar.
En el proyecto definitivo respeta la proporción 1/6. Vuelve a cambiar los rasgos faciales, la Virgen es casi una niña que a mi entender ha perdido gran parte del misticismo inicial; ahora descansa su mirada en el horizonte, volviendo la cabeza, amable pero no sonriente. Aparece con la aureola y con el mismo tipo de ropaje que no marca tanto el cuerpo y gana en textura y peso; por su calidad recuerda a los hábitos franciscanos, intuyéndose el cordón de la Orden. El hábito se abre con el viento, los pliegues caen de forma simétrica en planos curvos que contrastan con el verticalismo de la figura, algo ladeada. Aparece con los pies descalzos sobre una luna intuida y pisando decidida la serpiente, acabando con el pecado. Sigue el modelo de Pacheco en formato e idea: la virgen sobre la luna y recortada en el cielo con una aureola de doce estrellas
La figura se coloca en el centro de la plaza de la Iglesia sobre un pedestal obra de José Sanmartín Constela, para disgusto de Asorey, pues lo ve demasiado estrecho en el cuerpo superior.
Es Inaugurada por el cardenal Quiroga el 22 de marzo de 1956.
Con el tiempo y por una remodelación urbanística el conjunto escultórico sufre cambios. El pedestal ve destruido su cuerpo superior y la obra es trasladada al lateral izquierdo de la iglesia, con lo cual su silueta se recorta contra el cielo estrellado y su mirada alcanza el infinito.